¿Estás perdiendo peso rápidamente? ¿Tienes problemas digestivos pero no sabes qué te pasa? ¿tu tratamiento médico no es eficaz? Podrías padecer una enfermedad inflamatoria intestinal o síndrome del intestino irritable, dos patologías muy diferentes que pueden confundirse. Te enseñamos las diferencias.
La Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) comprende las enfermedades de Crohn y la colitis ulcerosa. Las dos son enfermedades autoinmunes que se caracterizan porque se altera la capacidad del organismo de digerir alimentos y de absorber nutrientes y sus síntomas se manifiestan de forma alterna, por temporadas.
El síndrome del intestino irritable (SII) es un trastorno funcional digestivo que se caracteriza especialmente con una variabilidad en las deposiciones. Sus causas no están claras pero se cree que detrás hay problemas de relación intestino – cerebro ya que se relaciona el SIIS con eventos difíciles y traumáticos en la infancia y con problemas psicológicos como la ansiedad y la depresión. Por otra parte, una infección bacteriana o una intolerancia alimentaria podría también estar causando esta patología.
¿Por qué se pueden confundir la EII y la SII?
Hay una serie de criterios que hacen difícil el diagnóstico diferenciado, aunque como decimos siempre, un buen conocimiento de la clínica, de la historia del paciente o de sus aspectos genéticos o ambientales, nos pueden ayudar a realizar un diagnóstico eficaz.
- Ambas enfermedades, EII y SII se manifiestan con síntomas semejantes: diarrea y variación en las deposiciones y dolor abdominal. Son precisamente los síntomas diferenciales en los que se tiene que fijar un especialista a la hora de diagnosticar. Por ejemplo, la pérdida de peso es in síntoma que nos puede llevar de un diagnóstico de SII a, de EII, al igual que la anemia, la presencia de sangre en las heces, la fiebre o el dolor en las articulaciones.
- Es frecuente que encontremos síntomas de ambas enfermedades solapados. Es decir, que las dos enfermedades conviven pero deben tratarse de formas diferentes, especialmente si atendemos a las causas de dichas enfermedades más que a sus síntomas.
En este aspecto, es especialmente importante que se realicen pruebas muy específicas como las de Biosalud Análisis. Desde el punto de vista de la medicina biológica, tratamos de encontrar la causa de las enfermedades con un conjunto de pruebas que puede ser muy amplio y que nos permite, en el tratamiento, aplicar terapias que actúan sobre todos los aspectos que están influyendo en la enfermedad.
- Existe una base genética que puede ser común a ambas enfermedades.
- En ambos casos, una gastronteritis aguda puede desencadenar la enfermedad.
- El SII, al igual que la EII puede presentar inflamación de los tejidos – más propia de una enfermedad autoinmune – . Como se dice en el informe “¿Existe conexión entre la enfermedad inflamatoria intestinal y el síndrome del colon irritable?”, del Dr. A. Viejo – Almanzor, “se ha demostrado un aumento de las células inflamatorias en la mucosa intestinal de pacientes con SII y, más concretamente, se ha constatado un aumento de mastocitos en yeyuno y en colon y de linfocitos intraepiteliales de tipo CD3 y de tipo CD25 en colon. Además, se ha observado un aumento de los mastocitos activados en la proximidad de las terminaciones nerviosas en pacientes con SII”.
Por otra parte, hay unas diferencias fundamentales entre ambas enfermedades. La primera, es la cualidad de autoinmune de la EII que, por otra parte, puede desencadenar síntomas y complicaciones más graves que la SII. La alimentación y los cambios en el estilo de vida pueden ser determinantes en el SII, no así en el EII, donde el tratamiento es mucho más complejo y se basa en la reducción de la inflamación en el tracto digestivo.
La alimentación como base del tratamiento en ambas enfermedades
En Biosalud defendemos la personalización de los tratamientos, y esto implica el diseño de una dieta personalizada en cada caso. Con el SII y la EII el seguimiento de la dieta en casa es una parte del tratamiento muy exigente para el paciente pero merece la pena porque es fundamental para recuperar la calidad de vida.
En general, recomendamos la realización de ejercicio físico. el control del estrés y la regularidad en los horarios de las comidas y los momentos para ir al servicio. Además, identificar la sensibilidad o intolerancia a los alimentos se hace fundamental.
- Con el SII, deberíamos moderar el consumo de fibra insoluble (harinas integrales, espinacas, lechiga, brócoli….) y aumentar el consumo de fibra soluble (avena, cebada, manzana, zanahorias, legumbres o cítricos) con alimentos y suplementos alimentarios. Además, debe mejorarse la hidratación con el consumo de agua e infusiones. Los alimentos “irritantes” como el gas, el picante o el café y el té, deben desterrarse de la dieta.
- En el caso de la EII (enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa), aunque no es muy recomendable realizar una dieta de restricción total de alimentos, sí que debe evitarse aquello que aumenta la inflamación, como el azúcar, los alimentos refinados o el alcohol. Por otra parte, sí que podemos incrementar el consumo de alimentos de fácil digestión como los cereales sin azúcares añadidos y no integrales, las patatas, los hueveos y las carnes magras, legumbre y verdura y bebidas vegetales de arroz o avena.
Es importante la forma de cocinar los alimentos, mejor cuando más sencilla (vapor, horno, papillote, plancha o guisos suaves)
La enfermedad de Crohn y el cáncer
La enfermedad de Crohn es un factor de riesgo para el cáncer, en especial el adenocarcinoma del intestino delgado. Pero no sólo se relaciona esta patología con los tumores, también los medicamentos que se utilizar para el tratamiento de el Crohn y la Enfermedad Inflamatoria Intestinal, como las tiopurinas, que incrementan entre cuatro y cinco veces el riesgo de padecer un linfoma.
Por otra parte, cuando la enfermedad de Crohn afecta al intestino grueso en su parte inferior, el colon, el riesgo de cáncer de colon aumenta. Por eso es recomendable realizar una colonoscopia – la técnica más eficaz para detectar el cáncer de colon – anual o cada dos años. De esta forma, se puede detectar si hay áreas de displasia, previas a la aparición de las células cancerígenas, y prevenir a tiempo la aparición del cáncer.