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Comida procesada en la infancia, un hábito peligroso

Persona comiendo una hamburguesa

En ocasiones, los niños nos sorprenden deseando comida de una cadena de comida rápida o un snack que todavía no han probado. Este deseo por la “comida basura” se lo introducimos los adultos y las consecuencias para la salud pueden ser irreversibles.

Llega el verano y en vacaciones, podemos relajarnos con la dieta. Incluso llevamos a nuestros hijos a algún restaurante de comida rápida como premio de final de curso o un día especial. Y es cierto que lo excepcional no crea un hábito pero es preferible mantener ciertos alimentos (y la publicidad) fuera del alcance de los niños ¿quieres saber por qué?

Además de ser adictiva, la comida procesada puede derivar en complicaciones como la obesidad, enfermedades inflamatorias y crónicas e incluso la depresión. Una mala alimentación, además influye en el desarrollo académico y extracurricular.

Riesgo de obesidad en niños

La comunidad médica y la sociedad en general están demandado una estrategia gubernamental para frenar la obesidad infantil. Sin embargo, mientras el precio de los alimentos afecte en gran medida a las economías familiares, es difícil que puedan cambiar los hábitos de alimenticios.

Con todo, mucho podemos hacer para evitar el riesgo de obesidad. El consumo de comida rápida lleva a una mayor cantidad de calorías y grasa o azúcares añadidos y está demostrado que los niños que comen este tipo de comida, tienen patrones alimentarios poco saludables. El mayor consumo de estos alimentos, resta espacio a las frutas y verduras, la fibra y todos los alimentos saludables y no procesados necesarios en la dieta.

La obesidad infantil es factor de riesgo de enfermedades en el presente del niño pero también en su edad adulta. A corto plazo, la obesidad se asocia con alteraciones metabólicas – diabetes o hipertensión, entre otras- y en la adolescencia con obesidad, se presentan hipertensión, altos triglicéridos o bajos niveles de “colesterol bueno”. Además, la obesidad en la adolescencia se relaciona con mayor riesgo de desarrollar un síndrome poliquístico ovárico. Apnea del sueño, asma o estrés son otras de las patologías que se han puesto en relación con la obesidad infantil.

En el largo plazo, la obesidad infantil y adolescente, se convierte en una obesidad adulta incrementa el riesgo de padecer enfermedad cardiovascular, ciertos tipos de cáncer, diabetes o asma.

Pero ¿qué debe comer un niño? La respuesta es sencilla, lo mismo que un adulto,  pero en cantidades adecuadas a sus necesidades. Excepto las leches infantiles, que pueden ser necesarias en el crecimiento, no existen los alimentos infantiles que no estén justificados exclusivamente por el mercado. Las galletas para niños, los yogures o los zumos infantiles ¿qué aportan?

El problema de la comida procesada son, además, las cantidades. En numerosos anuncios vemos raciones desproporcionadas para las necesidades de un niño, y es esto lo que puede llevarles a pedir este tipo de alimentos. Y no saben que, además, corren el riesgo de engancharse a este tipo de comida por la cantidad de aditivos y azúcares que liberan dopamina. Asociaremos esta alimentación a momentos de placer y los buscaremos siempre. Pero es una trampa que tiene consecuencias, también para los más pequeños.

El efecto inflamatorio de la comida procesada

En Biosalud Day Hospital siempre defendemos la dieta libre de azúcares añadidos, harinas refinadas o grasas trans. Justo los ingredientes que contienen la comida procesada. Más allá de los efectos sobre el peso, y sin quitarles importancia, este tipo de alimentos, además, van provocando una inflamación progresiva de ciertos tejidos del organismo.

El AZÚCAR promueve la liberación de citoquinas, una sustancia que promueve la inflamación de los tejidos. Por su parte, las GRASAS SATURADAS desencadenan inflamación del tejido adiposo y las GRASAS TRANS son culpables de la inflamación sistémica en el organismo. El GLUTAMATO es un aditivo para potenciar el sabor que se relaciona también con la inflamación crónica y la salud hepática y los CARBOHIDRATOS REFINADOS también estimulan la inflamación.

En niños, se ha demostrado que el estado inflamatorio se relaciona con sus patrones de alimentación y, entre sus principales consecuencias a esas edades, está el incremento del riesgo cardiovascular.

La alimentación puede causar inflamación intestinal al igual que lo hacen las alergias o las bacterias, y esto, además de afectar a todo el sistema digestivo, permite a las toxinas traspasar las paredes del intestino y entrar en el torrente sanguíneo. El síndrome de permeabilidad intestinal es un problema que puede tener consecuencias a nivel hormonal, articular e incluso del sistema nervioso.

En este proceso, nuestro organismo activa una respuesta autoimmune ante los agentes extraños, como puede ser la alimentación procesada. Según los expertos, cuando nuestro organismo es sensible a este tipo de alimentación y provoca respuestas como la inflamación, lo hace porque actúa como si tuviera una infección crónica que despierta la respuesta inmune.

Cuando vivimos con esta sensibilidad ¿por qué el cuerpo nos pide más y más azúcar? Nuestro cerebro necesita azúcar para funcionar sin embargo, un estado de inflamación intestinal supone una barrera a ese transporte de glucosa a las células cerebrales y por eso, el cuerpo nos pide comer más y más azúcar, porque nuestro cerebro lo está pidiendo, y esto provoca a su vez más inflamación.

Por eso, la comida procesada no solo afecta a nuestro peso sino también a nuestra respuesta inmunitaria. Si un niño o adolescente adquiere este tipo de hábitos su sistema inmunitario estará debilitado y sufrirá más riesgo de padecer enfermedades. Detectar esta inflamación a tiempo es importante para darse cuenta de la urgencia en adquirir unos buenos hábitos alimentarios.

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