¿Qué síntoma tienen en común las personas que enferman de Covid-19? La sensación de fatiga es uno de los síntomas más frecuentes y el que más perdura a largo plazo. Hablamos de la fatiga crónica asociada al COVID-19
La fatiga crónica es una enfermedad rodeada de incógnitas. Se desconoce su origen y podemos relacionarlo con factores como la edad, la genética, el estrés o factores ambientales. También con enfermedades previas como un tipo de herpes. A este conjunto de causas podría sumarse ahora el Covid-19.
Las personas que padecen fatiga crónica tienen una sensación de debilidad persistente que les impide incluso levantarse de la cama. El cansancio puede empeorar con cualquier tipo de actividad, física o mental, pero nunca mejora con el reposo.
A la sensación tan intensa de falta de energía pueden acompañar alteraciones del sueño, pérdida de memoria o dificultades de concentración o el desánimo o estado depresivo como síntomas emocionales.
La fatiga crónica es una enfermedad pero también es síntoma de otras enfermedades, sobre todo en lo que se refiere al cansancio extremo. Por eso, aunque no hay pruebas determinantes para su diagnóstico, sí puede detectarse al descartar otras enfermedades que pueden tener, entre sus síntomas, el de la fatiga crónica. Como sucede con el covid-19.
La fatiga se está manifestando como el síntoma más frecuente y duradero de las personas que padecen covid-19. Este es un síntoma normal tras una enfermedad infecciosa e incluso durante la convalecencia pero ¿por qué puede manifestarse incluso meses después de haber superado la enfermedad?
Las infecciones víricas pueden tener como secuela la aparición de la fatiga crónica y su diagnóstico se puede dar cuando han pasado seis semanas desde que se pasó el covid-19 y persiste ese cansancio y sensación de debilidad.
La fatiga crónica afecta a unos dos millones de personas en la Unión Europea. Con 2,5 millones de casos de coronavirus confirmados desde marzo de 2019, la población que padezca este síndrome en unos meses podría incrementarse de manera exponencial ya que la mitad de las personas que se han recuperado del covid, han presentado fatiga crónica.
Especialistas en medicina ambiental, además, explican que el Síndrome de Fatiga Crónica está correlacionado con los químicos y señalan que el exceso de contaminantes que estamos utilizando en las desinfecciones con las que prevenimos el covid-19.
Desde una perspectiva positiva, hay quien ve en el covid-19 y sus consecuencias una oportunidad para desestigmatizar a las personas que padecen fatiga crónica. Esta es una enfermedad incomprendida y desde la Open Medicina Foundation estiman que la cantidad de personas que “no serán capaces de recuperarse del covid-19” visibilizará y harán más comprensible el estado de quienes padecen este Síndrome.
Más allá, el doctor Liam Townsed, del St Jame´s Hospital firma un estudio realizado entre 130 pacientes diez semanas después de haberse recuperado del SARS – CoV-2 en el que cuantifica que algo más de la mitad de este grupo presenta fatiga crónica, con independencia de la gravedad de la enfermedad o de los cuidados que precisaron durante el tratamiento. Además, señalan que la fatiga crónica no está relacionada con marcadores inflamatorios o moléculas pro- inflamatorias.
Este estudio sí que extrae una conclusión importante, las mujeres que padecieron el covid y tenían antecedentes de depresión o ansiedad presentaban en mayor medida los síntomas de la fatiga crónica.
¿Cómo podemos superara el síndrome de fatiga crónica post COVID-19?
El síndrome de fatiga crónica es una enfermedad que se considera incurable. Sin embargo, hay unas pautas que nos pueden ayudar a mantener la calidad de vida. El tratamiento se plantea como una estrategia que actúa sobre los síntomas, rebajando su nivel de intensidad.
Ejercicio Físico
Mientras el deporte y el ejercicio o la actividad son recomendaciones comunes para la recuperación en numerosas enfermedades, en los casos de fatiga crónica esta recomendación se hace con cautelas ya que cualquier actividad puede incrementar la sensación de cansancio.
El ejercicio es necesario como terapia y de manera preventiva: una actividad cardiovascular de intensidad moderada, como caminar durante media hora, mejora el estado de ánimo, ayuda a controlar el peso y a reducir la ansiedad, la depresión y los problemas del sueño.
Además hay que tener en cuenta que una persona con fatiga crónica tiene una vida más sedentaria y esto puede conllevar otro tipo de problemas como los cardiovasculares.
Los estiramientos o los ejercicios específicos para fortalecer la musculatura pueden ayudar a reducir la sensación de dolor.
En cuanto a la recuperación de la actividad laboral y deportiva después de una convalecencia en la que hay una fuerte presencia de fatiga, como es la del SARS- CovV-2, se recomienda que se realice se realice de forma progresiva.
Hábitos de sueño
El momento del descanso es un desafío para las personas que padecen síndrome de fatiga crónica porque cada mañana se levantan sintiendo que el sueño no ha sido reparador.
Es fundamental crear un ambiente de tranquilidad y que incite al descanso, tener en cuenta la luz y el ruido y regularlos o mitigarlos hasta que nos proporcionen cierto confort.
Por otra parte, la transición entre la actividad del día a día y el momento de acostarse debe ser progresiva. En la hora antes de acostarse, el paciente puede relajar su actividad antes de irse a la cama con relajaciones, lectura…así evitará encontrarse en un estado vigilante a la hora de dormir.
Las rutinas, horarios para acostarse y levantarse, así como ser estricto con las horas de sueño, son muy beneficiosas para reducir los trastornos del sueño.
Las siestas diurnas pueden interferir en el sueño nocturno; el paciente debe ir regulando las horas de sueño diurno para comprobar que no están “robando” minutos de descanso durante la noche.
La nutrición como parte de un tratamiento de medicina biológica para la fatiga crónica
Una alimentación correcta no solo nos ayuda a controlar los trastornos del sueño sino que nos ayudará a mantener un peso adecuado, fundamental para prevenir el dolor o la sobrecarga muscular.
El alcohol y el café deberían eliminarse de la dieta ya que son consumos que no solo interfieren en la calidad del sueño de los pacientes de fatiga crónica sino que pueden alterar su estado de ánimo.
Por otra parte, se recomienda tomar alimentos frescos bien lavados para ingerir la mínima cantidad posible de herbicidas o insecticidas, que pueden agravar nuestros síntomas, especialmente entre pacientes con sensibilidad química. Debe evitarse la comida preparada, los procesados y aquellas bebidas que contengan aditivos.
Es importante, además, llevar una dieta personalizada ya que no todas las personas asimilan los alimentos de la misma forma ni les afecta igual los alimentos “sensibilizantes”, como pueden ser los procesados.