La hepatitis autoinmune es una enfermedad que se origina cuando el sistema inmunológico del propio paciente ataca el hígado causando inflamación y la muerte de las células de ese tejido. Se trata de enfermedad crónica y progresiva que cursa con periodos de mayor o menor actividad y es una de las enfermedades autoinmunes con mayor persistencia.
La evolución de la enfermedad reviste gravedad ya que cursa de manera crónica con brotes más o menos graves que, si se mantienen, generan una fibrosis en el hígado y, como consecuencia, cirrosis e insuficiencia hepática.
Los factores genéticos y los ambientales, como en otras enfermedades autoinmunes, se combinan para dar lugar a la enfermedad. Sin embargo, esto por sí solo no explica por qué el sistema inmunitario se altera atacando al propio organismo, en este caso, al hígado.
Aunque no se conoce la causa, sí hay una hipótesis extendida que explica que un factor ambiental desencadena una reacción de hechos modulados por los linfocitos T citotóxicos que se dirigen contra antígenos hepáticos. Si hay una carga genética por parte del paciente, se genera un proceso de necroinflamación y fibrosis hepática.
Entre los agentes desencadenantes, estos pueden ser infecciosos, tóxicos, farmacológicos e incluso ciertos productos de herboristería.
La enfermedad se detecta porque surge fiebre e ictericia, así como síntomas de disfunción hepática como pigmentación de la piel amarilla, dolor en la parte alta y derecha del abdomen, náuseas y vómitos e hinchazón abdominal.
Los síntomas de esta enfermedad son similares a los de otro tipo de hepatitis. La inflamación que provoca en el hígado por agresión de las células defensivas del paciente, ocasionan cansancio por la inflamación, aumento a nivel bioquímico de las transaminasas, digestiones pesadas, molestias digestivas relacionadas con la ingesta de determinados alimentos, sobre todo las grasas, y una extenuación importante que impide llevar una vida normal.
Como especialistas en medicina biológica disponemos de varias técnicas que nos permiten regular el organismo y con frecuencia nos servimos de la biomedicina inmunogenética e hipertermia molecular.
Los tratamientos en Biosalud persiguen modificar el medio interno y son muy importantes las medidas nutricionales, como el aporte de vitamina C, la desacidificción y la regulación del sistema inmunitario que nos permitirá parar el proceso. Además, hay que tener en cuenta que el hígado es el órgano que tiene mayor capacidad por sí mismo para autoregenerarse.
En Biosalud Day Hospital buscamos la causa que ha puesto en marcha el proceso autoinmune y ayudaremos al sistema inmune a que se regule, a que vuelva a la normalidad y deje de agredir al tejido del hígado, llamado hepatocito.
Desde nuestro departamento Biosalud Análisis y con la colaboración de laboratorios internacionales contamos con un amplio rango de pruebas analíticas para analizar todos los parámetros que pueden estar contribuyendo a la enfermedad.
Si tienes alguno de los síntomas mencionados, y especialmente si persisten durante más de dos semanas o un período más prolongado, es importante que consultes a un médico: ictericia (color amarillento en piel y globo ocular) y fiebre, cansancio, molestias digestivas tras la ingestión de grasas…
Ante las primeras señales, debemos visitar a un especialista de manera temprana ya que la cirrosis hepática en la que puede derivar esta enfermedad es una patología muy grave.
La prevención en las enfermedades autoinmunes cumple con un mismo patrón. Hay una carga genética inevitable y unos factores externos que activan esta carga. Estos factores externos como la acumulación de metales pesados, productos químicos tóxicos o la dieta sí dependen de nuestro estilo de vida. Evitar la toxicidad y llevar una dieta baja en alimentos refinados y en harinas blancas, azúcar o productos industriales, y rica en verduras y proteínas de alta calidad, así como mantener equilibrado el pH y no sufrir stress oxidativo son medidas preventivas que podemos realizar.
En un 70% de lo casos, la hepatitis autoinmune se presenta en mujeres con edades entre 15 y 40 años, aunque su frecuencia es relativamente baja; afecta al 0.02 por ciento de la población.
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